Bariloche Hardcore: una ciudad indiferente a los pibes del Alto
¿Qué circuito arman los jóvenes entre un Bariloche donde el bondi está carísimo, la cultura es un lujo, el primer empleo parece inalcanzable y ese otro territorio paralelo de las redes con gran poder de daño? Ronnie Cancino encontró un itinerario posible entre el desahogo y la esperanza, entre el hardcore y el centro de…
¿Qué circuito arman los jóvenes entre un Bariloche donde el bondi está carísimo, la cultura es un lujo, el primer empleo parece inalcanzable y ese otro territorio paralelo de las redes con gran poder de daño? Ronnie Cancino encontró un itinerario posible entre el desahogo y la esperanza, entre el hardcore y el centro de estudiantes.

Año 2025. Bariloche. A las 8 de la mañana la ruta 40 se enreda en dos rotondas, la del Hipertehuelche y la del Diarco. En la del Hiper, el tiempo se ralentiza: autos que bajan al centro, camiones que van al Bolsón, colectivos repletos de estudiantes. El cerro Carbón está sin nieve. Los pibes entran a la secundaria con buzos y pantalones amplios con muchos bolsillos -el chupín ya no se usa más-. Las chicas llevan la cara pintada y el pelo planchado. Todos cargan el celular en alguno de los bolsillos con Reggaeton o Trap a tope en sus auriculares. A una cuadra del Hiper está la escuela técnica Nehuen Peumán. A tres cuadras está la sala de ensayo comunitaria Dengün Piuke. Tres veces por semana Ronnie une esos dos puntos en el mapa en tándem entre el desahogo y la esperanza.
–Se supone que somos el futuro para que el mundo sea un poco mejor -dijo Ronnie como presidente del centro de estudiantes en una charla en el centro cultural El Negro. Yo siempre tuve la misma postura de que el mundo es una cagada, pero que bueno, algo se puede mejorar y que hay que mantener un poco la esperanza y hacer algo.
El hardcore lo define.
Cuestionar todo. No callarse.
En el centro de estudiantes afila sus argumentos para el debate.
Lo que más le da bronca es que los políticos no hagan nada por la gente de los barrios. Que no les importe.
Tiene voz grave. Lleva pantalones anchos negros con cadenas colgando de un costado. No usa mucho el celular, le trajo problemas. Una pandemia hiperconectada, un ida y vuelta de comentarios hirientes en las redes y una broma que se filtró del grupo de amigos y que escaló más de la cuenta.

–Todo comienza con una imagen, un sticker, una foto con una frase -dijo Ronnie-. Subí una imagen de un amigo haciéndole una joda de que se robaba quesos cremosos, una estupidez y era para un grupo interno. Nos reímos todos, pero después esa misma imagen la utilizó otro pibe de otro colegio para hacer un falso escrache. El papá de mi amigo quería meterme una denuncia. Ahí tuve que asumir toda la culpa porque al otro pibe en la escuela no le dijeron nada.
Eran los primeros años de la secundaria, tumultuosos y eléctricos. Entre la escuela y los talleres de la tarde bajaba al centro a “bardear”. Terminó varias veces sentado frente al consejo de convivencia de la escuela, que le marcaba que ése no era el camino. En uno de los pasillos se cruzó con un compañero, que tenía puesto una remera de Iron Maiden como él. Maxi -fundador de la banda Tsunami, una banda que en el 2020 sonaba bastante por el under de Bariloche- lo apuntó con el dedo como diciéndole: Vamos a ser amigos.

Ronnie empezó a escuchar Iron Maiden para demostrarle a su papá que a él también le gustaba la música pesada. Quería que lo llevara a los recitales que compartía con su hermanastro, que era el guitarrista de la familia. Después se dio cuenta de que ese ritmo estaba piola y descubrió sus propias bandas. Su hermanastro le regaló su guitarra eléctrica, con la que tocó este fin de semana en el festival Pulso rebelde en el auditorio La Llave. Ahora perdió todo contacto con él. “Mi hermanastro ya no forma más parte de la familia” -dijo Ronnie-.
Con Maxi intercambiaban revistas de heavy metal -Madhouse o Metalheads- como pequeños tesoros para melómanos. Su amigo lo invitó a verlo tocar. Ronnie entró por primera vez a la sala de ensayo comunitaria -un espacio enorme para tocar y aprender a grabar un disco, con una biblioteca donde se edita un fanzine- y no salió más. En 2021, con Maxi armaron la banda hardcore DDR Dejá De Romper. “Cuando arranqué a ir a la sala, yo siento que ahí aprendí a tocar la guitarra. Empecé tocando tres acordes y salí tocando solos, como que se generó algo que nunca me había pasado yendo a clases, como que formando una banda, tocando, aprendí un montón.”

Un tiempo después, el hermano de uno de los integrantes de DDR se suicidó. La comunidad de la sala quedó en pausa. La banda se desintegró. ¿Cómo se hace para que no estalle todo el tiempo el mundo de los pibes en una ciudad que le es indiferente?
Hace más de un año que la sala de ensayo no tiene gas. Los caloventores eléctricos no alcanzan para calefaccionar el espacio. El baño y la pileta de la cocina rebalsan muy seguido y la puerta del baño no cierra porque no tiene picaporte. La comunidad de la sala escribió una carta al intendente que nunca contestó. Cinco veces pidieron una reunión con él y esa charla todavía no sucedió. “Walter Cortés vino con toda esta idea de ir a los barrios, Vamos a plantar la oficina acá, dijo. Me da bronca que el chabón dice abiertamente en las noticias que podemos ir y hablar con él. Y eso es mentira”, dijo Ronnie.
En agosto de 2024 asumió la presidencia del centro de estudiantes. Luego de varios meses de campaña en los cuales los pasillos de la escuela quedaron pintados de rojo y blanco y de un acalorado debate delante de los primeros cursos, Ronnie y sus compañeros de la lista roja ganaron las elecciones. Sus propuestas son: transparencia económica, arreglar el plotter y la impresora 3D, un plan de internet para estudiantes y reacomodar el patio interno, entre otras. Como parte del centro se sumó a la mesa territorial de jóvenes del Alto Sur, un espacio donde se habla de los problemas de los pibes de los barrios. “Sí, suena fuerte: los pibes se drogan-dijo Ronnie dirigiéndose a un público adulto en el centro cultural El Negro-. Los pibes se drogan y hay pibes que mueren. He tenido compañeros que han caído en situaciones horribles y me pone mal que más allá de la violencia que vivimos todas los días, el contexto político actual esté tan cargado de odio”.

Ronnie necesitaba volver a tocar, distorsionar una nota, aturdir el aire, dejar que la corriente pase por los brazos y no queme, que siga su curso, su descarga a tierra. Así nació Katarsis, una banda hardcore, con una amiga que tocaba en Viuda Negra, con muchas ganas de grabar su material en un disco. Hace muy poco se formó Molestia Intravascular, un proyecto grindcore y death metal.
Dos semanas atrás Katarsis cerró el festival Pulso Rebelde con el tema “Donde mierda están los desaparecidos”. Entre tema y tema la banda habló con el público del 24 de Marzo, y de las cosas que pasaban durante la dictadura y las cosas que están pasando hoy. Compartieron el último fanzine que armaron en la sala comunitaria, en la tapa: un río de calaveras con la frase “No pasarán”. “No pasarán los negacionistas”, dijo Ronnie.
Había muchos pibes en el auditorio, hicieron pogo y les pidieron que toquen un tema más cuando ya se habían quedado sin repertorio. “Eso fue lo más manija”, dijo Ronnie
Son pocos los jóvenes que se detienen a preguntarse ¿quiénes somos?, ¿qué queremos ser?, ¿hacia dónde vamos como comunidad? Ronnie encontró espacios donde poder hacer algo con otros, romper esa quietud aplastante, no quedarse callado, incomodar para que cambien -aunque sea un poco- las cosas.
Por Verónica Battaglia
Equipo de Comunicación Popular Al Margen
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