Adolescencias que quedan al margen: Resonancias en tiempos de neoliberalismo salvaje
Si hay algo que nos enseñó la pandemia es que el aislamiento y la soledad no se llevan bien con la salud mental. Bajo la producción de Netflix, el director de cine británico Philip Barantini y Stephen Graham, coproductor y actor de la miniserie Adolescencia supieron cómo plasmar la trama en la que transcurre la…
Si hay algo que nos enseñó la pandemia es que el aislamiento y la soledad no se llevan bien con la salud mental.

Bajo la producción de Netflix, el director de cine británico Philip Barantini y Stephen Graham, coproductor y actor de la miniserie Adolescencia supieron cómo plasmar la trama en la que transcurre la vertiginosidad de la adolescencia en la era del neoliberalismo salvaje y el avance de la revolución digital.
El contexto del bullying, las redes sociales y la proliferación de los discursos de odio con contenido misógino hacen texto en la trama de los hilos que movilizan esta ficción. A un mes de su lanzamiento, no sólo supera las taquillas del ranking mundial de las series más vistas de habla inglesa, sino que además sigue promoviendo debates en los medios de comunicación e instalando en forma oportuna el tema en la agenda de las escuelas secundarias y en eventos científicos. El guión abre interrogantes de manera global sobre las adolescencias en esta era del vacío y sobre las juventudes arrasadas por las redes sociales. En Reino Unido, una medida parlamentaria propuso que la serie sea la excusa para reflexionar en las aulas y frenar el crecimiento de las comunidades incels. Mientras que en la Argentina, desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y en algunas provincias como Buenos Aires el material audiovisual de la miniserie será una invitación a conversar sobre los contenidos que imparte la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas secundarias. ¿Será suficiente para escuchar ë incluir a las juventudes?, ¿qué dispositivo áulico se podría ofrecer para depositar las emociones, sentimientos y frustraciones, y para alojar los desbordes que no logran pasar por la palabra?
Basada en relatos de experiencias concretas que superan todo tipo de ficción, cada capítulo de la representación audiovisual está filmado en un único plano secuencia. La cámara va circulando entre las rotondas de un vecindario que te encuentra y desencuentra con “lxs mejores amigxs del mundo” y el tiempo que adolece, los espacios deshabitados de ternura tales como la escuela sin el fulbito del recreo y la familia tradicional sin la cena servida con amor. El callejón sin salida queda simbolizado en la ofrenda de un altar callejero espontáneo a modo de ritual colectivo que ampara el dolor profundo de un femicidio sin respuestas certeras. ¿Cuáles son los escenarios posibles que alojan los desbordes de las adolescencias que quedan al margen en el epicentro de la revolución digital?, ¿qué efectos subjetivos se entrelazan en las juventudes entre el ser y el estar suspendido en un tiempo impreciso y al borde del precipicio significado por quedarse afuera de la tribu?, ¿qué marcas singulares despierta la segregación en la era de la inmediatez?
Un paisaje desolador se zambulle por la ventana de un patrullero policial en el que es trasladado un joven de 13 años de edad para ser interrogado por un femicidio cometido por 7 puñaladas que se llevó la vida de Katie, su compañera del colegio. Owen Cooper, se pone en la piel de Jamie, quien es sacado de su cama y envuelto en su acolchado infantil. La vocecita de un niño que llama a su madre y el pis encima son los restos de despojo de una infancia arrasada que queda montada en una escena lograda con lo siniestro del horror y el espanto. ¿Por qué se necesitan tantas armas para buscar a un niño de 13 años?
Adolece que el tiempo escampa
El rol de la violencia en la era digital del neoliberalismo salvaje es interseccional. No discrimina franjas etareas ni clases sociales. Lo sutil de la violencia simbólica se manifiesta vía la desvalorización y la descalificación perpetuada en la paradoja de la conexión 24/7 entre historys, emojis y likes a descifrar que cosifican y deshumanizan en una realidad virtual paralela. Sin embargo, en las profundidades de la existencia se eleva la desconexión de lo que hace lazo con la otredad que se exacerba en los ojos cristalizados y anestesiados mediante todo tipo de pantallas, formatos y plataformas digitales, en ausencia de una dosis de ternura en las miradas de ojos de videotape. Sumado a lo que muta, al cuerpo que se transforma, y a las hormonas que se escabullen en un sin fin de sensaciones durante la adolescencia. Entre lo tangible y lo virtual, ¿qué se hace con eso que no se soporta de la diferencia insoportable de la otredad?, ¿qué lugar simbólico en el Otro dará amparo en el tiempo de tempestades imprecisas?

El escenario de la distopía escolar
En la miniserie se muestra al equipo docente en el papel de normatizar y aquietar los cuerpos. No obstante, la necesidad espontánea de elaboración de un duelo de una adolescente menos toca el timbre del recreo. Las aulas huelen a bullicio. El miedo por ser delatado recorre los pasillos. Y las reglas que te etiquetan si se está del lado de la popularidad o se está out marcan la orden del día. Todo queda filmado sin consentimiento ni mediación de la palabra. Una institución que debería ser un refugio, un albergue para las familias en plural o un asilo para el corazón adolescente se transformó en un no lugar donde cualquier persona sin discriminación de edad, pero con cargas de bullying encima puede ser sospechosa de un crimen. La síntesis de la vida escolar en imágenes muestra que el grupo de estudiantes sólo recibe órdenes tales como baja la voz y mira el video, ¿quién escucha la ebullición de las adolescencias?, ¿quién arropa las fragilidades de la existencia de las adolescencias?, ¿cómo se acompaña la construcción de la lealtad entre pares?, ¿con qué narrativas se construyen las masculinidades en las adolescencias?
De la pesquisa ¿por qué lo hizo?, a la pregunta ¿dónde está el niño?
La contingencia del encuentro de Jamie con la psicóloga, interpretada por la actriz Eric Doherty, quien tiene un papel relevante en la construcción del caso marcó la diferencia entre la pregunta sobre la diacronía de cómo un niño arrojado al mundo adulto en tanto sujeto llegó a ser juzgado por un crimen bajo la lupa criminal que insiste en preguntar ¿por qué harías algo así? La posición de la psicóloga supone que allí hay un sujeto deseante que tiene sed de niño y palidez de miedo, para el cual no hay cuentos de hadas con finales felices ni príncipes valientes. El único personaje cinematográfico que logró que advenga el niño en gestos, picardía, sonrisas y preguntas por un porvenir. Mientras que el joven intentaba alejarla, ella se acercaba. Y con su presencia aconteció la broma y el chiste pero también la bronca y la ira de un niño aturdido entre mandatos y alienado a las expectativas familiares. La que instaló una ficción de un tiempo para comprender e historizar sobre lo familiar. Su presencia brindó una pausa para que emerja otra escena. Escena en la cual el joven pudo hablar sin ser juzgado de otras escenas familiares y escolares que lo fueron expulsando. En esa entrevista, el adolescente pone en acto un saber sobre el afecto que no engaña acerca de la crueldad, el desprecio y la hostilidad. Su escucha atenta logró un giro en el testimonio. El cambio de posición subjetiva del Yo no fui a la responsabilidad enunciada en voy a cambiar mi declaración.

Los efectos de la elaboración y una decisión de declararse culpable de un Femicidio
La trama que incomoda muestra que, aunque se sigan los pasos y los lineamientos de tutoriales y manuales con instrucciones sobre cómo criar y pagar con sudor la cuota escolar más costosa o se caiga en la pública, en el plano del amor y de la crianza no hay garantías ni certificados que alcancen para ser una madre suficientemente buena. Sin embargo, cabe preguntarse ¿si los modelos de crianza de familia ampliada, de familias en plural, serían superadores de los modelos y representaciones de las familias heteronormativas tradicionales?
El abrazo a destiempo es la lente con la que se puede seguir la trama de la miniserie del primero al último capítulo. El niño espera el abrazo del padre. La palabra del padre quien no tiene nada para decir porque trabaja hasta las 22 horas. No sabe qué le sucede a su hijo. Ni dónde está su hijo quien deambula ingenuamente por la ciudad sin saber que su comportamiento está siendo observado por cámaras de seguridad. No sabe sobre su hijo. Ni en qué redes cae y navega de día tampoco de noche. La adolescencia es un tiempo en el que se adolece la infancia y comienza a mutar un cuerpo extraño en transición. En la última escena se muestra a un padre que adolece al hijo idealizado que no fue y sensibilizado. Se conmueve ante el desconocimiento de ese hijo devenido en extraño. Finalmente, logra abrazar a su hijo simbolizado por el peluche de Jamie.

El contexto local de una Nación Argentina sin Estado Presente
Según las notas apuntadas por Silvia Bleichmar, psicoanalista argentina, durante la crisis que tuvo el escenario catastrófico previsible en diciembre de 2001 publicadas en el libro La Subjetividad en riesgo, “la inestabilidad de la sociedad argentina, atravesada por acontecimientos históricos aún no metabolizados y cuyo movimiento no garantiza que se encuentre en tránsito hacia lugar previsible alguno, no puede homogéneamente determinar el marco representacional en el cual se inserten las generaciones que atraviesan hoy este tránsito entre la infancia y la juventud”. Sin embargo, aún con el avance de la ultraderecha fascista el discurso de la baja de la edad de imputabilidad de 16 a los 13 años encuentra resistencias en la sociedad en forma mayoritaria como así también inadmisible la propuesta de la libre portación de armas de fuego. No obstante, los discursos de odio que corren los márgenes de lo admisible. Al avanzar libremente y vociferar contra diferentes grupos sociales especialmente contra las mujeres y diversidades, y adjudicándoles intencionalmente métodos violentos y terroristas a los pueblos originarios a los fines de segregar al pueblo mapuche de las tierras ancestrales de la Patagonia. Y mientras el neoliberalismo salvaje avanza y las instituciones estallan, las familias más que ensambladas están desamparadas. ¿Cuál es el detrás de escena de tantas noticias sobre violencia en las escuelas por parte de las infancias y juventudes?, ¿Qué repercusiones tienen los discursos de representantes del gobierno de la Nación para que el mapa de la violencia en las aulas se expanda desde el conurbano bonaerense hacia Salta, Tucumán, La Pampa y el reciente caso de agresión al director y de golpes en la cabeza de un joven a la salida de la escuela en Cinco Saltos, Río Negro?, ¿por qué los medios de comunicación hegemónicos insisten en mostrar a las infancias y juventudes como criminales que portan armas y planifican masacres en las instituciones educativas? No son demonios. Son chicos en banda al decir de Silvia Duschatzky en entornos poco amables, con una red de sostén que lejos de sostener empuja en ocasiones al acto. Se trata de otra clase de chicos en banda. De los desclasados de un lugar simbólico en el Otro. Si el contexto hace texto, que los lazos comunitarios y solidarios sean las narrativas que se hilvanan y hacen de margen en las construcciones identitarias de nuestras infancias y juventudes.
Por Romina Moschella (@rominamoschella_)
Foto portada: Pablo Candamil
Equipo de Comunicación Popular Al Margen
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