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La investigadora que enfrenta a las petroleras

Melisa Cabrapán Duarte fue la primera antropóloga en recibirse en la Universidad Nacional de Río Negro. Hizo trabajo de campo en los cabarets de la comarca petrolera, conoció de cerca a una madama y se enamoró de un petrolero. Hoy vive en la comunidad Newen Mapu, en Neuquén, junto a su compañero, Lef Nahuel y…

fecha 30 de Mayo, 2025

Melisa Cabrapán Duarte fue la primera antropóloga en recibirse en la Universidad Nacional de Río Negro. Hizo trabajo de campo en los cabarets de la comarca petrolera, conoció de cerca a una madama y se enamoró de un petrolero.

Melisa Cabrapan Duarte de ser investigadora a activista mapuche que enfrenta a las petroleras. Martin Álvarez Mullally

Hoy vive en la comunidad Newen Mapu, en Neuquén, junto a su compañero, Lef Nahuel y su hija. Investiga cómo las petroleras contaminan el territorio que ahora es suyo y, cuando el daño es demasiado, corta la ruta de acceso a Vaca Muerta, el yacimiento más ambicioso de la Patagonia. Y sobre todo esto, o quizás por todo esto, compone música y canta.

Salir del clóset

Vos tuviste la suerte de crecer como mapuche -le dijo Melisa a su compañero-. No tuviste que pasar por ese proceso de explicarte a vos mismo que lo eras. Es tan difícil como salir del clóset.

Los padres de Lef, Jorge Nahuel y Noé Sánchez son reconocidos referentes de la lucha del pueblo mapuche. El padre de Melisa, militar retirado, nunca se reconoció como parte de una comunidad originaria, a pesar de llevar apellido en mapuche. Melisa todavía guarda una foto de su bisabuela paterna chilena, hablante de mapuzungun, con ella a upa, delante de una mesa con mantel, tazas antiguas y pan casero.

Nació en Bariloche y se crió como una chica de los kilómetros. Estudió en el colegio religioso Don Bosco y pasó sus veranos en la playa Serena con sus amigos del barrio. Una tarde uno de ellos retrató al grupo: dibujó a uno con el skate, a otro con la guitarra y a ella como una india. Transcurrió mucho tiempo pronunciando su apellido en voz baja, para que no se oyera, estudiando a mujeres de países lejanos hasta que pudo volver la mirada sobre sí misma y portar con orgullo los grandes aros de plata.

Tomando mate con su compañero de vida y su suegro Jorge Nahuel. Foto: Duke

Las mujeres de la noche

Siguiendo a las migrantes dominicanas del Bariloche Center llegó a Rincón de los Sauces, la ciudad de los cabarets, en la provincia de Neuquén. Llegó sola, con su Ford Fiesta modelo 2000. Pasó los primeros días en un hotel caro, lleno de petroleros, mirando pasar a las mujeres caribeñas vestidas de noche, desde la ventana de la habitación.

-Ya no es más la ciudad de los cabarets –dijo el responsable de desarrollo social-. Eso era antes. No va a poder ir a investigar nada ahora.

Era el verano del 2015, cinco años después de que la provincia cree la comisión interinstitucional contra la trata de personas. El comercio sexual no había desaparecido como pretendían los políticos, en su afán por lavar la cara al pueblo. sino que se había vuelto un secreto a viva voz. Hasta que alguien le nombró a Edna: “La primera negra del lugar -así le dijeron-, la que tiene la comparsa de carnaval”. Melisa la buscó en un local de ropa donde hacía la limpieza. No la encontró. Le dejó un mensaje. Ese mismo día Edna la llamó y la citó en el casino.

¿Cómo te reconozco? -preguntó la antropóloga

Me vas a reconocer -afirmó Edna.

Cuando vio a una mujer negra, de casi dos metros de altura, con tacos y rastas, no tuvo dudas. Edna no fue la primera negra de Rincón, fue la segunda. Arribó en 1988, cuando había solo un par de casas, el campamento petrolero, el cabaret y la estepa. Edna fue su guía en el mundo de la noche. Cuando estaba con ella, no la miraban con desconfianza como si fuera un agente de policía o de migraciones. Tampoco la veían como una competencia aunque Melisa entrevistara a los clientes como parte de su investigación.

Investigando a las trabajadoras sexuales dominicanas de Bariloche llegó a la “ruta del petroleo” Foto: Pablo Candamil.

Su estudio de campo en México fue más complicado. En los cabarets de la isla prostibularia Ciudad del Carmen, no permitían entrar mujeres solas y en la puerta tenía que dejar su cartera -por si escondía armas–y su celular. Además, una experiencia amorosa con un trabajador del petróleo, la distrajo -por un momento- de su objeto de estudio. De todos modos consiguió realizar su investigación y publicarla en el libro Comercio sexual y discurso sobre trata en México, coordinado por la renombrada antropóloga feminista Marta Lamas.

En 2024 Melisa publicó su tesis doctoral Mujeres de la noche y trabajadores. Tránsitos entre economía, sexualidad y afectos, financiado por la campaña “Que paguen los que contaminan” e impreso por CONICET. Este libro suscitó polémica entre sectores del feminismo que se oponen a la prostitución. Su tesis sostiene -entre otras afirmaciones- que muchas de esas mujeres migrantes se convirtieron en esposas de los trabajadores del oro negro y madres de familia, jugando un rol clave en el tejido social y ahora son las abuelas de la comarca petrolera. Estas páginas reavivan el debate entre abolicionistas y quienes plantean una mirada situada y compleja sobre los intercambios sexoafectivos en contextos extractivistas. Una disputa que todavía no está resuelta.

El día del asesinato de Rafa Nahuel a melisa la encontró en BS As y fue un quiebre en el camino de reencontrase consigo misma. Foto: Eugenia Neme.

Callao y Corrientes

Melisa usa la frase “resurgir como mapuche” para nombrar el proceso de reconocerse como parte de un pueblo originario. Tomado de las intelectuales indígenas de las Primeras Naciones, resurgir es un concepto que da forma a ese tiempo interno que se necesita para enlazar la propia historia con la historia colectiva de resistencia indígena.

En 2017 cursaba su doctorado en Buenos Aires. La tarde del 26 de noviembre, camino a Callao y Corrientes donde la esperaba una amiga, pasó por El Congreso. Iba con los auriculares puestos, abstraída, cuando le entregaron un panfleto con la cara de Rafael Nahuel. Recién ahí se enteró de su muerte. Se sumó, casi sin pensarlo, a la marcha que reclamaba justicia por el joven mapuche asesinado por la Prefectura un día antes.

Qué te pasa? ¿Te hicieron algo? ¿Por qué llorás así? -preguntó la amiga.

Melisa no podía dejar de llorar. Las luces, el tráfico, la multitud, todo le recordaba que estaba lejos. No solo de un lugar, sino de sí misma.

Esa semana volvió a tener ataques de asma como cuando era chica. Llamó a su directora de tesis, la antropóloga Laura Kropff, quien le dijo una frase que todavía la acompaña: “Rafa encendió muchas velitas”. Esa muerte injusta le permitió entender eso que le daba vergüenza, que decía bajito, que los otros le marcaban dibujándola como una indiecita, incluso antes de que ella pudiera darse cuenta.

No tiene certezas sobre el origen de su apellido, solo conjeturas porque muchos fueron mal traducidos o asimilados al castellano en el registro civil. Dice que “pan” proviene de pandi, que significa puma. En cambio, “cabra” no es una palabra del mapuzungun, pero podría derivar de carü o caura, que significa verde. Carupan o Caurapan: puma verde. “Desconocemos parte de nuestra historia: y por eso tenemos que reconstruir el origen de nuestros apellidos, la trayectoria de nuestros antepasados y las disputas del territorio. Pero esto no nos hace menos mapuche. Nuestra identidad está hecha de esos retazos”, dijo la antropóloga.

En el 2021 La Confederación Mapuche de Neuquén informó que llevó adelante bloqueos totales en cuatro yacimientos de la formación geológica Vaca Muerta y una manifestación en la sede de YPF, ubicada en la capital provincial. foto David Sánchez . Télam.

La maldición del petróleo

Una fila de camiones y camionetas doble tracción de varios kilómetros de largo sobre la ruta de Vaca Muerta, cerca de Fortín de Piedra, allí donde los sismos provocados por las perforaciones del fracking de la empresa Tecpetrol fracturaron muchas casas de las comunidades que habitan la zona. Mujeres y hombres mapuche, en la entrada al yacimiento, levantan carteles que explican los efectos de la industria del crudo. No se corta el tránsito, solo se impide pasar a los trabajadores del petróleo. Ellos esperan, toman mate, saben que el pozo está dentro del territorio comunitario.

Esta es una escena como tantas otras en Patagonia norte: una planicie cubierta de coirones y torres de acero que absorben el mar de fósiles subterráneo. Esta es una estrategia posible para convertir la tristeza y el odio de un pueblo invadido por la industria extractivista en acción. Porque no solo se fracturan las casas sino también los lazos sociales y los vínculos con el lugar. Y son las mujeres quienes se paran en primera línea para defender la casa común.

 -No saben qué hermoso es ir a cortar una ruta petrolera, es lo más lindo que te puede tocar en la vida –dijo la antropóloga frente a un vasto público en la inauguración de la muestra del fotógrafo Pablo Piovano en Neuquén.

Ahora Melisa vive en la Lof Newen Mapu e investiga, reflexiona, escribe informes sobre su propio territorio. Ya no se trata de observar desde afuera, ya no es tan fácil tomar distancia, ella es parte de eso que estudia: Es nuestro aire el que contaminan, nuestra agua la que se chupa el fracking, nuestros animales los que se mueren, dijo la investigadora. Además, participa junto a Lef Nahuel -abogado indigenista- del Observatorio de Derechos Humanos de Pueblos Indígenas, un espacio impulsado por la Confederación Mapuche de Neuquén que supo promover la formación de jóvenes profesionales mapuche para la defensa jurídica plena del territorio.

En el verano 2019 Melisa participó de la ceremonia al pie del lanín que daría otro giro a su vida.

Las mujeres de la tierra

Cada verano el pueblo mapuche reafirma su compromiso con las fuerzas del territorio en la gran ceremonia del volcán Lanín. En 2019 Melisa llegó a la base del volcán con una invitación. Solo los que reciben una invitación pueden acceder a este ritual. Allí conoció a los mapuche urbanos de Neuquén, de quienes había escuchado hablar: su activismo político trascendía los límites de la provincia. Entre ellos estaba Lef Nahuel, su pareja y padre de su hija.

Un tiempo después obtuvo una beca posdoctoral para investigar el proceso mapuche en contexto de extractivismo petrolero. Ya conocía la lógica de la industria de los hidrocarburos, pero desde otro lugar. Por primera vez se adentraba en el estudio de las comunidades que resisten el avance del fracking. En 2021 se integró a la Lof Newen Mapu que pertenece a la Confederación Mapuche de Neuquén, ubicada en el corazón petrolero de Vaca Muerta. Esta Lof en particular disputa el concepto tradicional de comunidad: afirma que toda familia o todo grupo de personas que se encuentran pueden formar comunidad, incluso si no habitan su territorio ancestral.

-Fue algo muy especial para mí cuando me registraron como una mapuche más dentro del padrón de la Lof Newen Mapu –dijo la antropóloga-. Porque en todo este proceso nunca imaginé que podía ser parte de una comunidad. Siempre había escuchado que si no pertenecías a tu comunidad de origen, entonces no podías formar parte. En mi caso, si volvía a Chile, tampoco iba a encontrar una comunidad como tal: parte del campo de mi bisabuela fue vendido. Obviamente, después aparecen los discursos de la ultraderecha diciendo: “Ah, mapuches truchos, si ustedes no son de acá, ¿qué vienen a ocupar?”. O “¿qué se hacen los mapuches, si hace diez años no se reconocían como tales?”. Siempre va a estar eso.

La familia de Melisa sigue viviendo en su Bariloche natal adonde vuelve habitualmente a fortalecer los lazos vinculares e identitarios. Foto: Pablo Candamil

A lo largo de su búsqueda de identidad, de comunidad y de territorio, la música siempre estuvo presente. Una de las primeras canciones que compuso fue para su bisabuela, esa mujer del campo, detrás de las montañas, de quien guarda solo una foto. Hoy, junto a Yuli Nawel Paredes e Ivy Puel Catriel, creó Weway (venceremos): una banda de música mapuche que fusiona instrumentos originarios con sonidos contemporáneos para encender otras resurgencias. Sus letras narran una identidad que se sostiene en lo colectivo y lo espiritual, en un vínculo de reciprocidad con todo lo que vive.

Hace un año y medio nació Liq en territorio mapuche, en comunidad y en una familia llena de certezas. El padre de Melisa viajó para conocer a su nieta, y el día de la presentación de Liq a las fuerzas espirituales del lugar, se puso por primera vez el trarilonco, símbolo de pertenencia al pueblo mapuche. Se sacó una foto: sobre su frente, una cinta de lana de oveja tejida con dibujos geométricos. Cuando volvió a Bariloche se la mostró a sus amigos militares.

La imagen del militar retirado portando un trarilonco, junto al recuerdo de la bisabuela, la mujer de campo que hablaba mapuzungun, y la madre que ahora le canta a su hija canciones de la tierra, trenza retazos de una historia familiar marcada por silencios y resurgencias y una decisión: habitar el mundo de otra manera.

Por Verónica Battaglia

Fotografía : Pablo Candamil

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