Despertar al Gigante

El Gigante está dormido. Hace al menos 10 años que el peronismo dejó de ser dinámico buscador de futuro y se dejó llevar por valores ajenos vinculados a la globalización neoclásica. Se cambió al Pueblo por la gente, la Liberación por el reformismo y la acción territorial por la burocracia.

Se dejó de pensar un proyecto Nacional por disputas de menor orden, a la vez que se dejó de pensar una geopolítica nacional (la “gran política” según Perón) y qué tipo de inserción debe tener Argentina en el mundo. El corolario de esto fue que la dedocracia premió a dirigentes que consolidaron el adormecimiento de la doctrina justicialista o, directamente, su ocultamiento. Hoy el Gigante está dormido una vez más. La tarea, nuevamente, es despertarlo como bien supo hacer Néstor Kirchner el 25 de mayo del 2003.

Cuando la Juventud Peronista (JP) lanzó el “Luche y Vuelve” y lo trajo nuevamente a Perón, luego de 18 años de exilio político, persecución, represión y proscripción (avalado por la mayoría de los partidos políticos que hoy se visten de republicanos), algo se quebró. Ezeiza fue la síntesis del despertar del Gigante, pero de una lucha que traía a los años de la Resistencia Peronista y el sindicalismo peronista que luego retomó y profundizó la JP. La vuelta de Perón, que durante años parecía imposible, resignificó el despertar del Gigante. Algo parecido pasó cuando, luego de la versión neoliberal del peronismo con la presidencia de Menem que interpretó a la perfección la coyuntura internacional del Consenso de Washington, al Gigante lo despertó un pingüino del Sur. También se traían luchas anteriores que durante la presidencia de Alfonsín, que dejó una debacle económica, y Menem, que apretó el acelerador del neoliberalismo a fondo, hicieron posible un Kirchner presidente, entre otros factores que lo hicieron.

Ahora bien, las anteriores veces que el Gigante se durmió fue porque el Peronismo había sido el centro de una de las mayores persecuciones de la historia de América Latina. Pocas veces una expresión política popular y masiva estuvo prohibida durante 18 años. Y menos aún que haya sido el centro de una de las represiones sistemática más cruentas y sangrientas hacia un movimiento popular como lo hizo la última dictadura cívico-militar. Durante el alfonsinismo y el menemismo, las secuelas de esa derrota estratégica que se traía de la dictadura asesina, hicieron que el Gigante entre en una larga hibernación hasta la llegada de Néstor Kirchner. Pero la gran diferencia con estos últimos 10 años, es que, esta vez, el Gigante se durmió por el retroceso organizativo, por la burocratización y por el alejamiento del pensamiento nacional y popular. La dedocracia, los reiterados errores y la tibieza anestesiaron al Gigante. Pero el Gigante sabe bien cuándo y porqué debe despertar y cuándo y porqué debe dormir. Por eso, aún después de tantos sucesos, el Peronismo sigue siendo la única alternativa capaz de brindarle al pueblo argentino una realidad con justicia social. No los burócratas y los jetones.

Se viene una etapa interesante hacia adentro del Peronismo. Donde se reproducirán las construcciones colectivas y los debates entre los peronistas, porque ya no hay espacio para la imposición. O al menos, la imposición no será recibida sin consecuencias. El 17 de octubre y la vuelta de Perón fueron victorias que no necesitaron de imposiciones, sino de la voluntad popular. Cuando murió Kirchner y naufragó la conducción estratégica de la Década Ganada, no supimos construir un reemplazo colectivo, una vez más. Tal vez sea esa la tarea que nos queda como generación del Bicentenario, aquella que así como supimos construir la mejor década de la democracia, no supimos construir la organización que le dé continuidad.

Volver a juntar los pedazos rotos de una sociedad que después de 10 años de fracasos rotundos de la oligarquía con Macri, de la socialdemocracia con Alberto Fernández y del anarcocapitalismo/neoliberalismo de Milei, está a la deriva cultural. Y, sobre todo, volver al pensamiento (nacional), un deporte que pasó de moda en estos tiempos de tibieza, “redes” sociales e injusticia social legitimada. Y ese pensamiento nacional, aunque no exclusivamente, sí somos los peronistas los únicos capaces de dar las respuestas a la deriva que se nos presenta, porque mientras quede un peronista que siga construyendo la Comunidad Organizada, el Gigante podrá ser despertado. Y mientras el Gigante viva, el futuro de lo nacional y popular está resguardado en la identidad del Peronismo.

Por Juan Martín Azerrat

Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen

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